Chullachaqui en Sechura: La Leyenda que Atraviesa Selva y Desierto

En el vasto imaginario popular del Perú, pocas criaturas han sembrado tanto desconcierto como el Chullachaqui, una figura mítica originaria de la Amazonía. Aunque esta criatura es reconocida principalmente en las regiones selváticas, en los últimos años también se ha asociado con los territorios áridos del norte, especialmente con **el enigmático desierto de Sechura**, en Piura. ¿Cómo una leyenda amazónica llegó a perder viajeros entre dunas? La respuesta está en las rutas migratorias, la tradición oral y el poder simbólico del miedo. 


¿Quién es el Chullachaqui?

En la cosmovisión amazónica, el Chullachaqui es un ser que se presenta con apariencia humana, usualmente imitando a una persona conocida —un familiar, un amigo, o incluso un aldeano—. Sin embargo, posee una particularidad que lo delata: uno de sus pies es deforme, ya sea como el de un animal o más pequeño que el otro. De ahí su nombre en quechua: “chulla” (cojo o desigual) y “chaqui” (pie).

Su misión no es simplemente asustar. Según la leyenda, el Chullachaqui engaña y desvía a las personas, haciéndolas perderse en lo más profundo de la selva o alejándolas de su destino hasta que desaparecen sin dejar rastro. En algunos casos, se dice que quienes lo siguen jamás regresan, o lo hacen con la mente alterada, sin recuerdos claros de lo ocurrido.



El Chullachaqui llega al desierto: una leyenda que cruza geografías

Aunque el mito es profundamente amazónico, las historias del Chullachaqui también han echado raíces en la costa norte peruana, especialmente en Sechura, un territorio donde el desierto, las leyendas y la tradición oral se entrelazan desde tiempos ancestrales.

Varios comuneros y pastores locales han afirmado —entre murmullos y advertencias— haber sentido una "presencia" que los llamaba por su nombre entre las dunas. Algunos aseguran haber visto una figura lejana que imitaba a un pariente, guiándolos hacia zonas de difícil acceso, donde se desorientaron sin explicación lógica. Al regresar, relataban confusos episodios de haber seguido a alguien que no estaba allí.

Este fenómeno ha sido vinculado por los sabios locales con la leyenda del Chullachaqui, adaptada al entorno sechurano como una especie de espíritu del desierto, un ente que se alimenta del miedo, la soledad y la desconfianza del caminante.


El desierto de Sechura: un escenario ideal para el engaño

El desierto de Sechura, el más extenso del Perú, es un entorno tan bello como hostil. Sus paisajes ondulantes, su arena movediza y su clima cambiante convierten a este lugar en un territorio donde el tiempo y la orientación se pierden fácilmente. En este entorno inhóspito, las leyendas encuentran terreno fértil.

Así como en la Amazonía el Chullachaqui se oculta entre árboles y lianas, en Sechura se camufla con las dunas y espejismos. Suplantar la forma humana en un paisaje sin referencias visuales claras resulta ser su herramienta más peligrosa: la confusión.


¿Mito compartido o advertencia ancestral?

Más allá del temor que genera, el Chullachaqui cumple una función importante en las comunidades: enseñar respeto por la naturaleza y sus misterios. Ya sea en la selva o en el desierto, su historia sirve como advertencia para no subestimar a los territorios extremos del Perú, donde el orgullo, la prisa o la imprudencia pueden costar caro.

Además, su presencia en diferentes ecosistemas muestra cómo las leyendas evolucionan, viajan y se reinterpretan según el entorno y las experiencias colectivas de los pueblos.

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