Sechura y sus legendarias balsas de palo: historia viva del mar peruano

Ubicada en el extremo norte del Perú, la provincia de Sechura, en la región Piura, alberga una historia marítima fascinante que ha sido poco explorada por la historiografía tradicional. Sechura no solo es conocida por su impresionante desierto y su biodiversidad, sino también por haber sido, desde épocas prehispánicas, un centro clave de comercio e intercambio a través del mar. A lo largo de los siglos, sus habitantes forjaron una relación estrecha con el océano, desarrollando una tecnología naval única en América: las balsas de palo. 



Rutas ancestrales de comercio

Desde el siglo XVII, cronistas como Antonio de la Calancha daban cuenta del dinamismo comercial de esta región. Sechura formaba parte de un eje de intercambio que abarcaba desde Paramonga, en la costa central, hasta los confines del norte peruano y ecuatoriano. Este corredor no solo conectaba pueblos costeros, sino también zonas altoandinas mediante complejas redes de trueque.

Uno de los ejemplos más notables lo brinda el relato del comerciante Joaquín de Helguero, quien en 1802 relató las arduas travesías de los sechuranos por el desierto, llevando sal hasta Lambayeque para intercambiarla por alimentos. Lo hacían montados en bestias flacas, venciendo las condiciones extremas del paisaje. Esta capacidad de adaptación y persistencia se convertiría en un sello de identidad del pueblo sechurano.


Retratos de una cultura resiliente

Los sechuranos fueron siempre reconocidos por su espíritu trabajador y su ingenio. Antonio de Ulloa los describió en 1748 como personas de atuendo sobrio pero colorido, que adaptaban su vestimenta a las circunstancias sociales, como el luto. Antonio de Alcedo, décadas después, destacaba su talento natural para aprender cualquier oficio, mientras que José Eguiguren, ya en el siglo XIX, subrayaba su simpatía, astucia y tenacidad para afrontar los desafíos de su entorno.

Incluso a inicios del siglo XX, el historiador Aurelio Miró Quesada quedaba sorprendido por los hombres de mar de Sechura: pescadores de rostro curtido, mirada firme y energía incansable. Muchos no sabían su edad exacta, pero se mantenían activos y vigorosos, como si el mar les hubiese enseñado a resistir el paso del tiempo.


Las balsas de palo: ingeniería naval precolombina

Una de las herencias más notables de Sechura son las balsas de palo, embarcaciones construidas con troncos de balsa que los sechuranos traían desde las costas ecuatorianas y colombianas. Esta madera liviana y resistente permitía la elaboración de naves capaces de recorrer cientos de millas náuticas, impulsadas por el viento y dirigidas con velas triangulares o cuadradas, según la necesidad.

Aunque hoy parezca sorprendente, estas balsas eran una solución tecnológica avanzada para su tiempo. El historiador Jorge Ortiz Sotelo sostiene que podrían considerarse como las embarcaciones indígenas más sofisticadas del Pacífico sudamericano. El sistema de navegación que usaban —con troncos desmontables, velas y timones móviles— les permitía sortear las fuertes corrientes y aprovechar los vientos favorables para comerciar con seguridad.

Los viajes no eran simples excursiones. Ancianos sechuranos como Julio Eche o Máximo Eche Querevalú relataron cómo acompañaban desde pequeños a sus padres o abuelos en largas travesías hacia Guayaquil o Esmeraldas. Llevaban pescado seco, sobre todo albacora y tollo, y regresaban con los preciados troncos de balsa, además de tejidos, productos agrícolas o herramientas. Así se tejía una red de intercambio entre comunidades que, sin fronteras oficiales, se reconocían como parte de un mismo universo marino.



Sabiduría ancestral y palabras que resisten

Más allá de su destreza como navegantes, los sechuranos fueron también artesanos, tejedores y custodios de una lengua que, aunque extinta, dejó huellas en el habla cotidiana. Investigadores como Lorenzo Huertas Vallejos, en su estudio realizado entre 1997 y 1999, recopilaron un valioso glosario de términos que sobreviven desde el antiguo idioma sec. Palabras como sayo (el rumor del agua entre las piedras) o talingo (cuerda del ancla) no solo describen el mundo físico, sino que transmiten una manera de ver y entender el mar.

Huertas también registró más de 700 balsillas aún activas a fines del siglo XX. Estas versiones pequeñas de las balsas originales siguen utilizándose para la pesca de orilla, aunque su construcción y mantenimiento requieren conocimientos que hoy solo manejan algunos maestros artesanos.


La mujer sechurana: tejedora de velas y memorias

El legado no es solo masculino. Mujeres como Melva Pazo Fiestas continúan tejiendo velas con técnicas ancestrales, usando telares de cintura y hilos de algodón. Este arte, transmitido de generación en generación, permite conservar una conexión con el pasado y reafirmar la identidad cultural del pueblo. Aunque muchas veces poco valorado económicamente, su trabajo es clave para entender el complejo sistema tecnológico y social que sostenía la navegación sechurana.


Entre el olvido y la memoria

Hoy, las grandes balsas casi han desaparecido del mar de Sechura. Ya no se ven aquellas embarcaciones imponentes que solían cruzar el Pacífico con maestría. Sin embargo, persiste la memoria. En los relatos orales, en los objetos heredados, en las palabras que aún se usan sin saber su antigüedad, late una historia que merece ser rescatada y contada.

La casi desaparición de estas balsas no significa el fin de su legado. Todo lo contrario: representa un llamado urgente a proteger, valorar y revitalizar una tradición que forma parte del patrimonio cultural del Perú y de América Latina.


Conclusión

Sechura no es solo un pueblo pesquero. Es un lugar donde la historia sigue viva en las olas, en la arena, en las manos de sus tejedoras y en los recuerdos de sus pescadores. Las balsas de palo, con su diseño ingenioso y su simbolismo ancestral, nos recuerdan que los pueblos del mar también fueron arquitectos de su destino, navegantes valientes y comerciantes sabios. Preservar su legado no solo es un acto de justicia histórica, sino también una forma de mirar al futuro con raíces profundas.

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