Dicen que a principios del siglo XX, (No recuerdo la fecha con exactitud), se preparaba Sechura para la celebración de la Fiesta de la Virgen de las Mercedes, acto por el cual, como es hasta ahora costumbre, los Mayordomos contrataban Bandas de Músicos para amenizar con fervor y alegría los días festivos.
Motivo de esta Celebración, se contrató a una banda de Músicos proveniente de algún pueblo del Desierto, por ser esta bastante reconocida en todo el bajo Piura por la interpretación que ponían en sus temas musicales.
Estos pues vinieron a Sechura, caminando por unos días, con los instrumentos sobre sus burros. Y alegraron durante la fiesta a los Pobladores de nuestra ciudad con sus excelentes interpretaciones.
Ya terminada la celebración, alistaron los víveres para el viaje de regreso. Y como tenían compromisos pendientes, decidieron tomar la ruta más corta, la ruta del Este, pues ellos eran escépticos a lo que la gente contaba que pasaba por esta zona, por lo cual ignoraron por completo los peligros a los que se exponían.
Salieron pues, cuando atardecía, pues habría luna llena, y la frescura de la noche los haría avanzar más rápido que bajo el abrumador sol del desierto. Partieron pues, con sus instrumentos y los víveres sobre los burros. Caminaron varias horas, cuando de pronto a eso de la media noche, encontraron unos guayabales que crecían junto a un pequeño lago. Algo extraño les pareció, pues no era común ver lagos por esa zona. Entonces pensaron que se trataba de un milagro, y dispusieron a descansar junto a aquel manantial.
Bajaron la carga de los animales y los dispusieron para beber agua. Pensaron que no debían desperdiciar la poca agua que llevaban en sus tinajas, así que aprovecharon el agua de aquel lago para prepararse la cena y el café. Luego de eso rellenaron las tinajas que llevaban, por si acaso les faltaba agua para las bestias en el camino. Luego de eso se dispusieron a Dormir.
Ya amaneciendo, el sonido de unos hombres que pasaban con leña en sus hombros los despertó, y Grande fue su sorpresa, cuando al mirar a su alrededor no vieron ni Guayabales ni lago, Solo una imponente Duna. A lo que gritaron aterrados a los hombres que pasaban cerca, y les preguntaron: ¿No había cerca un lago y unos frutales? A lo que estos muy asustados, pues conocían que existía encanto en esta zona les contestaron: ¿No habréis comido de las frutas, ni habéis bebido del agua no? ¡Sí! contestaron, ¡incluso hemos llenado las tinajas con el Agua!... ¡Nooo! Gritaron, ¡Vaciad el agua de las tinajas antes de que se encanten!
Y cuando los Músicos corrieron a tirar el agua de las Tinajas, no encontraron agua en ellas, sino arena. Entonces los leñadores dicen que oyeron sonar un tambor, que se dice que es el Guardián del Médano, y mientras el tambor sonaba, la arena se tragó a los músicos y a sus burritos con todo e instrumentos.
Estos corrieron despavoridos hasta llegar a Sechura, donde contaron lo sucedido. La población los buscó durante mucho tiempo en el lugar donde se dice que los vieron por última vez, intentando encontrar tal vez enterrados sus cuerpos, pero ni siquiera hallaron los rastros de los músicos.
Entonces, cuentan los leñadores y pastores que pasan por la gran duna, que cada 23 de Septiembre, el Guardián del Médano sonaba su Tambor, e inmediatamente oían a Los Músicos Tocar sus melodías sobre la gran Duna; mas siempre buscaban si aquel sonido provenía de algún otro lugar, pero nunca encontraron nada. Así comprobaron que los músicos estaban encantados; y aunque ya eran prisioneros del Médano, ellos continuaban tocando como en los días de Fiesta.
Así me lo contó mi abuelo, y así se lo cuento a ustedes. Sin la Intención de ser escritor, solo con la intención de que estas viejas historias no se pierdan en el olvido, pues forman parte de nuestra cultura Sechurana.
Texto y Pintura: Ronald Jacinto Zeta
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